¿Quién no atesora alguna excentricidad? Desde luego por aquí no nos sentimos capaces de afirmar nuestra normalidad, conscientes como somos de las múltiples peculiaridades de nuestras aficiones, que a veces para los demás pueden llegar a rozar un frikismo que sobrellevamos con orgullo. Musicalmente las cosas suelen discurrir por un particular cauce de normalidad por el que grupos absolutamente desconocidos para una mayoría, son compañeros de viaje durante largos años. Así no resulta difícil comprender nuestro asombro cuando subimos a algún coche ajeno, para descubrir que lo que suena por la radio comercial suele ser un universo completamente desconocido para nosotros.

Calificar algo de comercial (o mainstream, que suena mejor) no debiera resultar insultante. Los hermanos Carpenters fueron la cubre de la comercialidad, la dulzura llevada al límite, y no por ello dejarán jamás de ser uno de los grupos primordiales en la historia del Pop. El problema es que el concepto de comercial ha ido desvirtuándose por completo, convirtiéndose en nuestros días, al menos para algunos de nosotros, en sinónimo de baja calidad, de música enlatada destinada a cerebros con ausencia de neuronas con ritmo. 

Afortunadamente sigue existiendo música comercial totalmente destacable y disfrutable, aunque lo habitual es encontrarla fuera de nuestro país. Islandia no es una nación que destaque por la cantidad de música que exporta, algunos recordamos a pocos más que los Sugarcubes, aunque lo cierto es que sí ha habido un puñado de buenos grupos en el último lustro. Hafdís Huld militó en una de esas bandas islandesas que han dado que hablar, GusGus fue su primera banda, con tan sólo quince años a las espaldas ya estaba subida a un escenario. Pero como buena chica espabilada que era, Hafdís quería embarcarse en nuevas aventuras dentro y fuera de la música, y así, dando tumbos entre diversos trabajos llegó a publicar un primer álbum que logró conquistar la categoría de mejor álbum Pop islandés en 2006. Dirty Paper Cut tuvo cierta repercusión fuera de las fronteras de su país, trayéndola incluso a España, donde pudimos descubrirla gracias a Los Conciertos de Radio 3. Su música, comercial, por momentos demasiado amable, adquiría una belleza desconocida en directo, llevándonos a investigar en su carrera a la espera de alguna futura señal. Y ésta llegó en 2009 con la publicación de Synchronised Swimmers, un segundo trabajo que no abandona las coordenadas en las que se ubicó su debut, pero que termina de convencernos gracias a alguna que otra canción sobresaliente. La comercialidad, exagerada para nuestro gusto, sigue presente, pero cualquier pequeña pega es superada por canciones absolutamente deliciosas como Homemade Lemonade, Daisy o la divertida Kóngulo, de la que presentamos hoy su video. Huelga decir que no recomendamos la compra de Synchronised Swimmers sin realizar una escucha previa, pero lo cierto es que por aquí cualquier tipo de recelo ha terminado por ceder ante esta chica que sabe producir unas letras y melodías que no avergonzarán a nadie, obligándonos a seguir estando pendientes de su pasos futuros, que seguirán siendo una de esas pequeñas excentricidades que nos permitimos de cuando en cuando.